Para Padres

¡¡¡Bienvenidos al momento de la verdad!!!

Hablar de sexo con los hijos ha sido siempre difícil para los padres y las razones son varias. El propio desconocimiento sobre los temas, el temor a quedar expuestos sin querer si el chico o la chica supone que uno habla por experiencia propia, el miedo a reconocer ante los hijos que uno tiene dudas y a enfrentarse con los propios tabúes del "de eso no se habla", entre otras causas.

Sin embargo esta época nos obliga a dialogar con ellos. La información distorsionada, que muestra la sexualidad como un divertimento superficial, sin consecuencias, nos debe alentar a ser nosotros, quienes más amamos y protegemos a nuestros hijos, a brindarles la orientación y la información verdadera que les permita ejercer en algún momento su sexualidad con responsabilidad y saludablemente.

De otro modo, si esperamos que sean otros quienes eduquen a nuestros hijos en sexualidad, que es, en definitiva, la razón de la vida misma, estamos permitiendo que se formen absorbiendo las tendencias no científicas, no saludables, no éticas, no humanas que se difunden por doquier y los resultados serán lamentables, como ya se está viendo.

No existen hoy día docentes u otras personas que puedan educar a los hijos de ustedes con más amor y responsabilidad que ustedes mismos. Por lo tanto, es necesario Informarse para Formar a nuestros Hijos.

He incluído en este capítulo material diverso que puede serles útil y continuaré agregando información en forma periódica.
Si desean comunicarse conmigo para plantear temas puntuales, pueden hacerlo via email.



¿Cómo hablo de sexo con mis hijos?

Cómo hacer para dialogar con nuestros hijos acerca de la sexualidad sin que piensen que los estamos alentando a una temprana iniciación, pero al mismo tiempo sin obstaculizar su derecho al conocimiento.


"Estimada doctora:"
"Mi esposo y yo tenemos tres hijos, de 6, 9 y 13 años. Las más chicas son mujeres y el"
"mayor es un varón. La curiosidad y preguntas de las nenas superan en mucho las que"
"su hermano hacía a mi marido, en su momento. El dice que yo debo ser la que hable"
"con ellas, pero reconozco que mi marido tiene más habilidad para dialogar con los"
"chicos y, además tengo miedo de no saber qué contestar. ¿Qué me aconseja?"


Para facilitar el diálogo y convertirlo en una experiencia que favorezca la confianza entre sus chicas y usted, podemos utilizar los siguientes recursos:

  1. Infórmese a través de lecturas (en las librerías existen textos de difusión general muy buenos) acerca de las bases científicas de la sexualidad femenina y masculina. También puede realizar búsquedas en Internet de sitios de educación sexual. Esto servirá para organizar y enriquecer su conocimiento del tema y hacerla sentir segura de que no está improvisando, sino que posee la información adecuada.

  2. Puede concurrir a una consulta con un/a especialista en sexualidad, para conversar acerca de los temas que son conflictivos para la pareja y, por lo tanto, le resultan difíciles de abordar de un modo "neutral".

En cualquiera de los casos conviene que sean ambos padres los que compartan la información y dialoguen entre ellos, ya que los hijos eventualmente podrán recurrir a uno u otro en busca de información y muchas veces hasta para averigüar si los dos padres piensan diferente.

Informarse ambos y resolver dificultades sexuales pendientes en la pareja, les hará ganar credibilidad ante los hijos ya que podrán transmitir mayor solvencia al responder preguntas, (los padres no deben hablarles de sus experiencias, pero la inseguridad se percibe) con el valor agregado de haber mejorado la calidad de vida sexual de ustedes mismos, los padres.

  1. La función sexual debe ser transmitida como si habláramos de la visión, o del aparato digestivo, es decir sin frivolizarla, con valoración y alegría. Sin frivolizarla porque es una de las funciones necesarias para una vida plena, con valoración, para hacer comprender la importancia del cuidado de nuestro cuerpo y nuestra salud y con alegría por la maravilla de ser poseedores de la capacidad de crear otro ser humano y además experimentar placer saludable.
  2. Con cada edad y temperamento del niño/a, los padres informados sabrán como administrar el conocimiento, ya que son ustedes los que más conocen a sus hijos y, así como intuyen qué cosa darles para comer, que los nutra adecuadamente, también sabrán dosificar este tipo de información para que resulte nutritiva y no insuficiente o excesiva.
  3. A veces conviene dialogar con cada niño por separado y a veces, compartir la charla entre todos, puede crear un clima de sincera comunicación y confianza familiar.
  4. También conviene buscar bibliografía para los adolescentes, adecuada a su edad y comprensión, para que sepan donde se encuentra el verdadero saber y descarten la idea de que la pornografía, en cualquiera de sus versiones, es educativa.
  5. Así como existen los hábitos de higiene, los buenos modales en la mesa, las conductas de cortesía y los valores morales y de consideración al prójimo en cualquier relación humana, que cada familia respeta y enseña a sus hijos, transmitirles, junto con el conocimiento científico, las reglas familiares en cuanto a una ética de la sexualidad, es darles un andamiaje seguro mientras no tengan edad e intelecto para elaborar sus propias reglas de vida. Defender su derecho a no ser abusados, irrespetados, tratados con desconsideración y al mismo tiempo alentarlos a ser cuidadosos y respetuosos consigo mismos y con los demás, es un buen principio para que crezcan sabiendo que la sexualidad es valiosa, como la audición y la respiración, no algo trivial, y que debe ser asumida con la misma responsabilidad y cuidado que las demás funciones humanas.


Prevención del abuso sexual infantil

La sola idea de que nuestros hijos pudieran pasar por esta experiencia nos aterroriza y, si bien es cierto que hablar del tema nos aterra de igual forma, debemos hacerlo de algún modo, con nuestros chicos, como una manera de proveerles de recursos de prevención.

¿A qué edad deberíamos hablar con los chicos de este tema?

En realidad, mucho antes de comenzar a hablar sobre abuso, que es algo difícil de entender para una criatura, deberíamos enseñarle a cuidar su cuerpo, dejando bien en claro de que nadie tiene derecho a tocarlo genitalmente y que si alguna persona lo intentara, debe contárselo a sus padres. Sucede que la mayoría de las veces, los abusos suceden porque el niño o la niña no se atreve a contar el hecho por sentirse culpable, siendo la víctima y este silencio favorece al abusador.

¿Por qué se siente culpable?

Esta es precisamente la perversidad de esta situación, se trata de un mayor ejerciendo poder sobre un menor, un poder psicológico con sutilezas tan nocivas que confunden terriblemente a las víctimas al punto de creerse los responsables o, cuando menos, cómplices del hecho. No estamos hablando de una violación, que es un hecho de violencia explícita, como ser arrollado por un camión, sino de un acto de violencia disfrazada para hacer sentir culpable a la víctima. Los abusadores son seres mentalmente muy enfermos y tortuosos.

¿No se puede crear un niño o niña fóbicos, alertándolos desde edades tan tempranas?

Todo depende del modo en que dialoguemos con ellos. Lo más importante es crear confianza entre la criatura y sus padres, que no tema contarles todo lo que le sucede. Los padres deben darle un espacio y tiempo de atención para el diálogo como una rutina diaria referida a todos los temas del dia, la escuela, los amiguitos, etc. Creado este espacio de diálogo el niño o niña saben que tienen interlocutores confiables, permanentes y afectuosos con los cuales compartir todo lo que les pueda acontecer. Luego aparecerá en forma más específica el tema del cuidado personal. Así como enseñamos a los chicos que deben tener cuidado al cruzar la calle, a no hablar con extraños ni acercarse a un auto desconocido, podemos decirles que no deben dejarse tocar, sin más detalles. A medida que vayan creciendo podremos ampliar las explicaciones, de acuerdo a su capacidad de comprensión.

¿Qué otros recursos tenemos los padres para prevenir el abuso infantil?

Cuidarlos. Estar al tanto de sus actividades, conocer el ambiente que los rodea, saber quienes son las personas que nos reemplazan en su cuidado. Los padres tenemos que tener nuestros ojos abiertos y observar. Un teléfono celular no nos puede reemplazar, aunque creamos que dándoles a los chicos uno, tenemos mayor control de su entorno. No olvidemos que la persona abusadora podría ser el padre de un compañero, un docente, un entrenador deportivo o un chico más grande. El exceso de exhibicionismo también es una manera de ofensa sexual.

Pero este cuidado requiere tiempo y dedicación, ¿no?

Y… sí. ¿Quién dijo que criar chicos es algo sencillo en esta época? Pero si somos tan cuidadosos de los objetos materiales como el auto u otras posesiones que son reemplazables, nuestros hijos no lo son y el trauma que proviene de una situación de abuso los marca de por vida. Es nuestra responsabilidad como padres. Es interesante y, a la vez aterrador, pero los abusadores eligen a sus víctimas, entre niños o niñas más tímidos, que saben defenderse menos que otros chicos, que son más seguros de si mismos y podrían ofrecerles resistencia y contar el hecho. Por eso invertir tiempo en fomentar la autoestima de nuestros hijos y afianzar su seguridad personal es indispensable.

¿Cómo debería actuar un padre que sospecha una situación de abuso?

En primer lugar alentar al niño o niña a que se lo cuente y luego demostrarle toda su aprobación por haberlo contado, tratar de comprender y validar sus sentimientos y hacerlo sentir seguro de que no volverá a pasar por esta situación nunca más. Después asesorarse y hacer la denuncia.

Muchos pacientes, que fueron víctimas de abuso y que por ello padecen alguna disfunción sexual, cuentan: "lo peor no fue el abuso sino el miedo que tenía de que mis padres no me creyeran, me castigaran o que en la familia sucediera algo catastrófico por mi culpa".

Acallar esta situación es tan absurdo como permitir que a uno lo atropellen en la calle y no hacer la denuncia. Es una ofensa al derecho humano de ser respetado en la vida y en su dignidad.


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